Palomitas en Tacoaleche

El anuncio azul me pasó de largo mientras conducíamos por la carretera, y me atacó un antojo repentino; no sé de qué, pues nunca he probado la palomitas en taco a leche, pero me acordé de aquella vez que comí con mis hermanos unos tacos de asada con salsa de molcajete, en aquel puesto a las afuera de la feria. Era una agradable noche de octubre que anunciaba el fin de los calores y el inicio de la época templada. Todos los chiquillos comíamos como demonios y yo rompí mi récord al devorar siete tacos.

Pero la carne de paloma es muy diferente a la asada, sabe a pollo, pero con más sustancia. El pollo tiene un sabor hueco, resultado de haber vivido toda su vida encerrado en una granja avícola, mientra que la paloma sabe a cada lugar que visitó y a los diferentes frutos de los que se alimentó. De cada paloma han de salir no más de dos tacos, por eso a mucha gente le da flojera cazarlas y prepararlas, es mucho más trabajo que desplumar a un guajolote. Un taco a leche debe ser una tortilla chiquita y le han de echar leche a la harina en lugar de agua, eso debe hacer que sepa más como a gordita de nata.

Se me hace agua la boca de imaginarlo, además ya va siendo hora de comer; sin embargo Vicente conduce concentrado en el camino, pensando en lo que vamos a tener que decirle al ingeniero cuando lleguemos. Yo no dejo de pensar en comida, una palomitas en tacoaleche debe ser algo que podamos comer de pasada, sin desviarnos casi; como aquella vez que teníamos prisa y nos paramos a comer birrea a un lado de la carretera. Comimos en quince minutos, diez si no hubiera sido porque el chango pidió su birrea revolcada. ¿Qué tanto podemos desviarnos?

–¿Y si pasamos por palomitas en tacoaleche?, los letreros dicen que está aquí cerca. No creo que nos desvíemos mucho.

–No sería mala idea, — dice Vicente al tiempo que me mira de reojo –en este momento necesitamos toda la ayuda posible.

La comida ayuda sin duda, nada peor que empezar una discusión con el estómago vacío; como aquella vez que llegué tarde a cenar y mis hijos se habían comido la cena que me había dejado preparada mi vieja. No solo estaba hambriento, estaba furioso; les dejé las nalgas como si fueran de mandril de tanto cinturonazo. Al final, me fui a dormir sin cenar, entre gritos de mi mujer y berridos de mis hijos. Nada bueno puede resultar si uno llegua mal preparado y con la panza vacía. Desde entonces, siempre procuro llegar cenado a casa, así nos evitamos problemas.

El aire huele a pollos rostizados mientras tomamos la desviación al pueblo, «pollos estilo sinaloa» dicen los letreros. Unos pollos siempre sacan de un buen apuro, basta con sentarse en el lugar para que el parrillero parta en seis a un pollo y te acerque unas tortillas calientitas para saciar la lumbre del vientre. Eso y una coca bien helada, que es la mejor manera de bajar la proteína a las piernas, ¡ay dolor! Ahora ya me rugen las tripas.

Vicente anda apesadumbrado, a él también le va a caer bien comer algo, no es nada sano andar masticando las preocupaciones, luego por eso las úlceras gástricas y los canceres en el colón. No es posible olvidar al tío Jacinto, que murió en los huesos por culpa de tantas aprehensiones y de no comer a sus horas; y con unos dolores horribles después de que le quitaron un metro de intestinos necrosados.

Pero no hay que pensar en eso, la mente es terrible y no hay nada peor que la sugestión, mejor me voy fijando dónde nos vamos a parar a comer. Vicente ya le dió hasta la iglesia del pueblo, yo creo que para no fallarle y encontrar las mejores palomitas en tacoaleche. Al bajarme, estiró las piernas y la espalda, nada como preparar los músculos antes de una buena comilona. Vicente se sigue derecho y se mete a la iglesia, ¡pérate! ¡La comida está pa’acá!

No me escucha y se mete. Él es el del dinero, ni modo de irme a comer y esperar que me encuentre, ¡chingao! ¡A seguirlo pués! Adentro, Vicente está bien concentrado rezándole a la figura de un Santo Niño de Atocha (o algun similar y anexo) cuando le susurró al oído.

–¡Pssst! Deja de rezar y vamonos a comer, no nos va a dar tiempo.

–¡Pues tú eras él que quería venir!

–Yo quiero palomitas en tacoaleche, no rezarle a un niño.

–¡Ah si serás…! ¡Este es el Niño de las Palomitas, hereje! ¡Del pueblo de Tacoaleche!

–¿Entonces no era un anuncio de comida?

Vicente luce fastidiado; su rostro parece el de un viejo ahora que lo veo desde este lado y con la luz de las veladoras iluminándolo desde arriba. Si no estuvieramos en una iglesia, de seguro se paraba y me soltaba un izquierdazo.

–Híncate y ponte a rezar veinte padres nuestros, no me hagas obligarte enfrente de toda esta gente. Bastantes problemas tenemos pensando cómo le vamos a explicar al ingeniero sobre la raya que nos robaron en el table por tu culpa ¡No me hagas repetírtelo!

Pues ya dicho así, ni como negarse.

–Padrenuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, vénganos tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día aunque el ingeniero se enoje por perder su dinero en mújeres fáciles, no nos dejes caer en la tentación y libranos del mal, amén. Y, por favor, que alguien invente las palomitas en tacoaleche, y que Vicente me deje ir a comer, amén.

¡A qué Vicente tan terco! Voy a llegar con hambre y no va a salir nada bueno de esto, yo no soy de esos hombres que se satisfacen rezando… con hambre voy a acabar golpeando al ingeniero y a Vicente, nomás no se puede tratar conmigo cuando ando así de hambreado.

–Si no pongo un ejemplo, los del cártel van a creer que soy débil y va a ser a mí al que cuelguen de los pies, espero lo entiendas.

–Me ha quedado claro ingeniero, le prometo que no va a volver a pasar nunca y que yo y Vicente nos vamos a encargar de pagarle ese dinero con nuestro trabajo.

–Vicente ya no contesta, creo que nos fuimos muy rápido con él. Bueno, mejor, al fin y al cabo la responsabilidad fue más tuya que de él, para que hacerlo sufrir de más.

–¡Vicente!… ¡Vicente!… ¡Dios!… Padrenuestro, que estás en los cielos…

–Haces bien en encomendar tu alma, vas a necesitar fuerza de espíritu para resistir.

Con una seña le indicó al carnicero que continuara. Hubiera comido algo, aunque fueran unas palomitas de microondas.

https://www.periodicolahora.com/Estados/Aparecen-otros-dos-cuerpos-en-la-carretera-Zacatecas-Fresnillo-suman-50-las-ejecuciones-en-lo-que-va-del-mes

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